miércoles, 6 de noviembre de 2013

Una Auténtica Evaluación

En esta actividad se nos pidió que estudiáramos sobre el concepto de evaluación, para examinarnos de él a la semana siguiente. Cuando llegamos a clase se repartieron cuatro modelos distintos de examen, dos tipo test distintos entre sí, y dos de desarrollo distintos entre sí. Una vez todos hicimos nuestro examen se lo intercambiamos a un compañero y corregimos uno distinto al nuestro. Después llegó el momento del debate y aquí fue cuando, quizá, más aprendimos sobre evaluación. Una de las cosas que primero se pusieron encima de la mesa fue que hacer un examen tipo test no es lo mismo que hacer uno de desarrollo. De hecho, casi todos estábamos de acuerdo en que ni tan siquiera se estudia igual cuando sabes que te van a examinar mediante test que mediante preguntas de desarrollo. La estrategia de estudio es distinta, porque los conocimientos que van a pedir que demuestres con un tipo test son distintos a los conocimientos que vas a tener que desmotrar con un tipo no-test. Por tanto, la primera conclusión que podemos definir es que ninguno de estos exámenes por sí solo va a poder evaluar de forma fidedigna si yo realmente he aprendido algo, porque ninguno de ellos abarca en su totalidad el aprendizaje conseguido por mi parte. Será, por tanto, tarea del docente definir muy bien qué quiero que mis alumnos demuestren con esa evaluación.

Por otro lado, se planteó qué diferencias existían entre evaluar de manera objetiva y evaluar de manera justa. Cuando yo evalúo de manera objetiva quiero decir que puedo medir con unos indicadores determinados y con unos criterios concretos los conocimientos que han adquirido mis alumnos y se los aplico a todos de manera indistinta. ¿Qué ocurre cuando evaluamos de manera 100% objetiva? Pues que vamos a tratar situaciones diferentes de la misma manera, por lo tanto caemos en el error de no ser justos con nuestra evaluación. Cuando las leyes hablan de individualizar el aprendizaje vienen a decir que hay estudiantes a los que no se les puede aplicar la misma vara de medir, porque sus circunstancias personales, familiares, académicas, emocionales, intelectuales o sociales no son las mismas que las de sus compañeros. ¿Hay que hacer entonces 30 exámenes diferentes? No, pero sí debemos, en mi opinión, poder conseguir que al cinco se llegue mediante distintas vías de evaluación.

Así pues entramos a considerar qué es una auténtica evaluación. Ya hemos dejado claro que no debería de presentar una única forma (test o no-test) y que debemos ser justos a la hora de evaluar teniendo en cuenta las variables que definan a cada unos de nuestros alumnos en la medida de lo posible. ¿Pero qué entendemos por evaluación autentica? En los anteriores currículos de las asignaturas se encontraba el apartado de capacidades actitudinales. Hoy en día hablamos de competencias. Un alumno debe adquirir las competencias básicas que define su currículo de enseñanza. ¿Y qué es lo que nos hace competentes? Sencillamente cuando conocemos una base teórica, somos capaces de relacionarla con otros conceptos y somos capaces de aplicar ese conocimiento a situaciones útiles. Esto último es lo que, frecuentemente, una evaluación tradicional no consigue. Un evaluación auténtica debe poder corroborar que yo soy capaz de aplicar conocimiento y esta aplicación es útil, es decir, me sirve para algo. La mayoría de evaluaciones se quedan en la teoría, pero no debería ser así, se debe abarcar toda la competencia. Es complicado, pero no es imposible.

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