sábado, 30 de noviembre de 2013

Debate sobre la Atención a la Diversidad

Para esta actividad se nos pidió que leyéramos unas determinadas páginas de la guía docente de la asignatura. En ellas se daban argumentos en contra y a favor de la atención a la diversidad. Ya en clase se hicieron dos grupos para comenzar una serie de debates en los que trataríamos: la catalogación de estudiantes y los alumnos en riesgo de exclusión. Los enfoques reactivos frente a los preventivos finalmente no fueron debatidos. Se crearon tres grupos, dos de ellos debatían y el tercero hacía de juez. Isabel controlaba el tiempo mediante un cronómetro online y sorteó las posiciones de  a favor y en contra mediante un web en la que se simulaba una tirada de dados (todo muy TIC).

A parte del contenido del debate, que fue muy enriquecedor, yo me quedo, sin lugar a dudas, con la tensión que se creó durante el transcurso del mismo. El tiempo no te dejaba pensar adecuadamente, tenías que prestar atención a los contra argumentos del otro grupo, y había que consensuar con el propio grupo qué decir y cuándo decirlo. Personalmente, yo me considero una persona comunicativa, que sabe transmitir y que es capaz de llegar al público, como medio pude demostrar en el pechacucha. Sin embargo, durante un debate todo cambia, el hecho de que las personas que reciben tu discurso estén predispuestas a rebatirlo crea mucho nerviosismo y a mí se me llegó a trabar la lengua en varias ocasiones, cuando yo nunca he tenido problemas a la hora de hablar en público. Me sorprendí mucho al comprobarlo.

Por otro lado, la parte de actuar como juez también fue muy interesante. Cuando las partes debatían  me sorprendió dos tipos de discurso. Uno fue el que políticamente sonaba demasiado correcto, demasiado formal. Ese discurso, por alguna razón que todavía no llego muy bien a comprender, me producía rechazo y desconfianza, era como si pensara ¿de qué me quieres convencer? ¿acaso quieres engañarme? Sin embargo, el otro discurso que también me llamó la atención fue el que nacía desde la naturalidad de las personas, desde la sinceridad de lo que se piensa o desde las propias convicciones. Ese discurso, aunque esté apoyado en menos datos y en menos cifras conseguía calar mejor entre el jurado. Fue, sin duda, una práctica de que todos sacamos buen sabor de boca.

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